Este año voy a cumplir 10 años de hacer clases de arte principalmente ligadas a medios digitales. Nunca olvido en un curso introductorio a medios digitales, un alumno comentó lo decepcionado que estaba con este curso por no haber aprendido la totalidad de la Creative Cloud. Su comentario, que caló hondo, lo agradezco hasta el día de hoy pues me llevó a hacerme difíciles y perturbadoras preguntas: ¿de dónde salió esta percepción de la herramienta digital como habilidad descargable?
¿Le preguntan lo mismo a un profe luego de un curso de introducción a la cerámica?
Si mal no recuerdo esta percepción no existía en cursos “análogos” como estos, y la verdad es que si intento imaginar a alguien decepcionado por no manejar la totalidad del medio pictórico en un semestre, lo único que puedo imaginarme es un cretino.
Lo absurdo de esto es que, por poner otro ejemplo, la pintura al oleo no ha cambiado nada en 500 años: con la revolución industrial aparecieron los tubos, los colores sintéticos, la pintura al aire libre y luego el acelerante, si, pero -sustancialmente-, la pintura al oleo es exactamente igual hace más o menos medio milenio y se entiende que -como cualquier otro oficio-, su ejercicio gozoso requiere de una inversión de tiempo.
Resulta paradójico entonces, que herramientas que se actualizan y mutan de modo esquizofrénico -como son las herramientas digitales-, vengan acompañadas de una concepción de si mismas como habilidad descargable: basta ver un curso de Domestika para entender que la instrucción de herramientas digitales tiende hacia una retórica pulsional, donde se ofrece una suerte de conocimiento secreto orientado hacia algún resultado muy concreto que de cuenta de las habilidades consumidas:
“en este curso vas a aprender sobre simulación y motion graphics diseñando un entretenido personaje para luego poder trabajar en la industria”
Como es hoy evidente, esta perspectiva consumista del oficio como conocimiento descargable, ha percolado ya en otras áreas como ilustración, escultura y por supuesto Decathlon -sin producir mejores cosas ni deportistas-, por la sencilla razón de que la habilidad entendida como descargable implica la eliminación del tiempo necesario para desarrollar el oficio: un tipo particular de conocimiento que involucra el desarrollo de un vínculo respetuoso entre tu voluntad, y la voluntad del medio con que trabajas. Vínculo que no puede ser acelerado.
Me pregunto si aquí la culpa es de la Matrix: la idea de que comprando un curso de Domestika vas a aprender a “programar” cual Neo aprendiendo Kung-Fu es algo muy extendido. Ya sea en modo aspiracional o derechamente farsante: me faltan neuronas para enumerar a todas las personas que he escuchado decir, sin ningún tapujo, que “escriben código” porque alguna vez tomaron un curso de Processing.
Camnitzer tiene mucho que decir sobre creerse novelista por haber aprendido a escribir.
Este tipo de confusion implica entender el oficio como poder. Y la verdad es que incluso las personas que conozco, que efectivamente saben escribir código, suelen recurrir a manuales y tutoriales porque el desarrollo de esta habilidad -particularmente en un medio mutante como es el digital-, es un oficio que requiere hábito: no es un poder ni menos una habilidad descargable.
Me gustaría pensar en la enseñanza de Medios Digitales desde esta perspectiva más ligada al oficio, al reconocimiento de las limitaciones y a lo que se puede aprender de si mismo en relación íntima con el medio. Creo que es más sano, no tan platónico, y en ultima instancia menos proclive a la decepción: porque el conocimiento adquirido sin experiencia, el conocimiento “descargable”, no existe.
Lo único que genera la pretensión de poseer conocimiento o habilidad sin experiencia es soberbia, falacia o frustración: la soberbia de pretender poseer lo que no se conoce, y la frustración -por cierto muy contemporánea- de ser incapaces de disfrutar apreciar y disfrutar algo si no es en función de su efecto.
Ese vacío, ese platonismo posesivo, es la tragedia de los medios digitales en un ámbito creativo y creo que es algo que hace mucho mal.
pd1: otro asunto que está muy naturalizado con medios digitales -particularmente en el arte-, es la tercerización de la producción. Existen incontables artistas con recurso y discurso, cuyas obras son desarrolladas por artistas jóvenes o artesanos digitales. Resulta difícil no comparar esta transacción (generalmente informal), con el pensamiento aristotélico sobre instrumentalidad y esclavitud presente en Política; Donde el esclavo se entiende como instrumento vivo a cargo de instrumentos inanimados, y a su vez como instrumento animado de un amo pues, en base a lo planteado por Aristóteles lo mejor que algunas personas pueden hacer es obedecer a otras, pues “algunos están marcados para someterse y otros para mandar”.
Y aunque el argumento aristotélico es muchísimo más complejo y matizado que esta caricatura donde se racionaliza la existencia de la servidumbre, la idea de unx artista que, sin saber como hacer su propio trabajo, se lo deriva a quienes poseen los medios intelectuales de producción del mismo, es cuestionable por cuanto el éxito de esta modalidad de creación artística depende de la estructura de clases utilizada para desarrollarlo.
Y hay que ser muy pituco para no ver esta contradicción.